Mercados virtuales
Los mercados virtuales
La nube ha cambiado el modo en el que vivimos la mayoría de las personas. Y no solo en lo que respecta al almacenamiento de datos personales, sino también en lo referente a las aplicaciones y servicios que utilizamos a diario y a nuestra forma de trabajar. Con la guía que ha publicado la FCA para empresas que externalizan funciones a la nube o terceros, parece que ni siquiera las empresas de los mercados de capitales podrán resistirse a la fuerza del cambio para siempre.
Las empresas de los mercados de capitales poco a poco van superando sus miedos en relación con la seguridad y la velocidad y, atraídas por la flexibilidad y potencial de reducción de costes de los servicios de nube, muchas ya se han pasado a un modelo de nube privada. La pregunta es, ¿cuánto tiempo tardarán las empresas en trasladar ciertas operaciones a una nube más pública? Y cuando esto ocurra, ¿cómo accederán a estas soluciones?
En la actualidad muchas utilizan servicios basados en la nube para muchas funciones: sistemas de negociación, supervisión de las negociaciones y almacenamiento de datos, por ejemplo. Algunas soluciones regulatorias ya se pueden entregar a través de la nube, sobre todo aquellas que no necesitan estar “siempre activas”. Por ejemplo, las pruebas de algoritmos o la supervisión del mercado según MiFID II. Ninguna requiere soluciones que estén constantemente activas, por lo que las empresas simplemente pueden utilizarlas “en función de las necesidades”. Lo mismo se aplica a las necesidades de acceso a dichas soluciones. Por ejemplo, ¿el ancho de banda tiene que ser constante?
La idea del traslado de los mercados de capitales en su totalidad a la nube, algo que podría suponer toda una revolución, resulta todavía más interesante, pero, ¿cómo podría llevarse a cabo?
Tome la iniciativa y le seguirán
La respuesta depende en parte de las bolsas y del modo en el que se accede a ellas. Las bolsas siempre han sido lugares físicos, desde los primeros intercambios en cafeterías o debajo de un sicómoro americano, hasta los modernos monolitos envueltos por el tranquilo murmullo de los microprocesadores. No obstante, las ubicaciones físicas tienen cada vez menos importancia.
Las bolsas, que efectivamente se han transformado en torres de servidores, ya no se ubican en edificios con su nombre en la puerta. Con la firme determinación de reducir la latencia, desde hace mucho tiempo las empresas de negociación comparten ubicación con las bolsas en centros fuera de las ciudades o cerca de estos. Dado que las fuentes de liquidez se están fragmentando en distintos mercados de ejecución, la ubicación real de una sola bolsa es cada vez menos relevante. Además, la tecnología de “acceso” puede hacer que fuentes de liquidez físicamente separados parezcan una única ubicación lógica. De hecho, a medida que la actividad de negociación crezca y el número de negociaciones ejecutadas en cada segundo aumente a un ritmo exponencial, cada vez se necesitará más espacio.
No resulta difícil entender que el paso a una infraestructura de nube segura tiene sentido. Es evidente que no va a pasar de la noche a la mañana, pero no hay ningún motivo real por el que dicho cambio no pueda funcionar (siempre que se cumplan los requisitos normativos y de seguridad). Existe la tecnología que puede hacer que funcione y el deseo de las empresas de los mercados de capitales, aunque incipiente, se está incrementando.
Conectividad, pero no tal y como la conocemos
Una vez que las bolsas se trasladen a un entorno de nube, los actores del mercado y la actividad de negociación las seguirán. Las ventajas que ofrece situarse en el mejor bastidor de un data centre serán menos atractivas. Los actores empezarán a buscar una mejor experiencia en todas partes, una experiencia que refleje la flexibilidad de la que disfrutan en un entorno de nube para sus necesidades de computación y almacenamiento. Esperarán la misma flexibilidad, o elasticidad, de la forma de acceso a la nube. En consecuencia, los usuarios esperarán un ancho de banda, topología y modelo comercial elásticos. Los proveedores de servicios también tienen que estar preparados para estas nuevas expectativas de los usuarios.
Por lo tanto, en este mundo hipotético, ¿cómo será la conectividad?
Las conexiones con la nube serán clave y tendrán que reflejar la experiencia del usuario en estos entornos. Si el modelo es una nube híbrida, semipública, es probable que existan varios ecosistemas basados en la nube y, en consecuencia, se precisarán conexiones con cada uno de ellos. No obstante, la latencia, la capacidad o la fiabilidad no serán las únicas cuestiones importantes. La flexibilidad será el lema.
Las redes tendrán que ser capaces de adaptarse a la demanda en tiempo real. No solo en lo que a capacidad se refiere, sino también en cuanto a la topología, las funciones y el envoltorio comercial que todo ello conlleva. Por si esto fuera poco, los usuarios esperarán una transparencia en tiempo real del rendimiento de su red igual a la que obtienen con su experiencia en la nube. En este nuevo mundo, las conexiones de punto a punto entre actores y mercados se sustituirán por conexiones de uno a muchos con múltiples ecosistemas de nube en distintas ubicaciones. En la práctica, las conexiones se convertirán en una pasarela autoservicio hacia todos los servicios necesarios para operar en los mercados de capitales. Este nuevo modelo requerirá nuevas redes inteligentes que puedan adaptarse, crecer y desarrollarse con la actividad. Y a juzgar por la guía de la FCA antes señalada, no está tan lejos.